... Y banqueros, empresarios,
megamultimillonarios, la Troika, el
BCE, el FMI, etcétera, nos engañan. Directamente. Y lo peor es que, a día de
hoy, ninguno/a de nosotros/as nos sorprendemos ni escandalizamos frente a una
afirmación así.
No vamos a definir nuestra
tendencia política en este post, Dios nos libre. No es nuestro objetivo.
Además, no nos apetece hacerlo. Sólo queremos hablar de algo que, desde hace un
tiempo, se ha convertido en la guarnición indigesta que acompaña a nuestro menú de mediodía y noche.
Los robos, las comisiones
ilegales (léase 3%), las puertas giratorias, el clientelismo político. Todas esas mierdas… ¿Son realmente necesarias para poder dirigir
un país y velar por el bienestar de su sociedad? Rotundamente NO. Más bien al
contrario. Son la mejor forma de descontrolarlos y llevarlos (ende, llevarnos a
todos/as) a la ruina. En los últimos 15
años, podemos contabilizar más de 325 casos de corrupción entre cohechos, malversaciones, prevaricaciones, falsedades
documentales, estafas, fraudes fiscales, blanqueo de capitales, sobres en B,
tarjetas negras… … Y la
rana sentada cantando debajo del agua.
No es nuestra intención hacer una
denuncia de todos y cada uno de los casos de corrupción en España. Entre otras
porque no acabaríamos nunca. Pero nos sorprende ver la tranquilidad con que
los/as personas que vivimos en este país los recibimos. Nos explican en las noticias
que tal político ha viajado a Bali en primera clase con su “mejor amiga”,
aquella que conoció en el Club La Amapola Salvaje, con una pequeña parte de ese
dinerito que nos quitan a todos/as los/las españolitos/as de nuestra nómina a
final de mes (bueno, de aquellos en que la nómina es algo habitual en su vida,
que cada vez somos menos…). Nos cuentan también que ex presidentes, aquellos
que son tratados como muy honorables, llevan más de 20 años robándonos y que
tienen sus tesoros a buen recaudo en Suiza. Nos chivan, en modo vox populi, que
algunas de las personas que militan en los sindicatos de trabajadores han
falseado cursos de formación para desempleados con la única finalidad de
conseguir una “financiación extra”. Y ya hemos llegado a tal punto, que nada
nos sorprende. Nos comportamos frente a ello igual que si oyéramos llover.
Bancos rescatados con dinero
público cuyos mandamases tienen unas maravillosas tarjetas “mágicas”
con las que pagarse las Viagras que les permiten estar a tono para seguir
usando dichas tarjetas en clubs de alterne y restaurantes. Y ellos no se comen
una ensaladita de espinacas frescas con huevo duro, no. Pero también políticas que atropellan a agentes de seguridad, que se dan a la fuga, que tratan a
infectados por enfermedades mortales de irresponsables y mentirosos, que echan discursos
ridículos en un
inglés de Salou frente el COI. No pararíamos. Pero basta ya. Y tratemos de
darle un poco la vuelta. Tenemos algún/a amigo/a dentro del mundo de las
soluciones alternativas a muchas cosas. Un día, uno de ellos nos dijo: “A
veces, no se trata de cómo son las cosas. Se trata de cómo nosotros/as las
percibimos, las afrontamos, las entendemos y reaccionamos”.
Quizás deberíamos evaluar en qué forma nosotros/as, miembros de la sociedad, recibimos dichas informaciones. Quizás, podríamos mover un poco el culo y aumentar nuestra presión social cada vez que un agente político, empresario, banquero, etcétera, sale a la palestra porque ha robado esto o aquello otro. A lo mejor, podríamos optar por nuevos aires políticos en un escenario en el que ya hay demasiados dinosaurios (léase “no se puede cambiar una constitución que data de hace 30 años”). Seguramente, si consiguiéramos hacer un click en nuestras cabezas y nos decidiéramos a hacer algo para acabar con esta mierda, podríamos hacerlo. Todo empieza por la concienciación individual. Hemos de despertar. Y nosotros nos incluimos.
Tenemos derecho a vivir
dignamente. Tenemos derecho a cabrearnos y a exigir un cambio. Y tenemos la
obligación moral y ética de ayudarnos.
Ayudémonos, pues.