miércoles, 2 de noviembre de 2016

............ de vista (Puntos de vista)


Es curioso esto de los puntos de vista. Suena como a tópico, ¿no? (qué típico…)

“Todo depende del punto de vista desde el que se mire”. Bah. ¿Cuántas veces habremos escuchado esta afirmación? Debemos tenerla tan interiorizada que, paradójicamente, pasamos de ella como de la mierda. Es decir, la conocemos, sabemos que existe, pero no le hacemos ni p*** caso. Porque muchas veces parece que no acabamos de tener claro que: sí, señoras y señores, sí. Todo, absolutamente todo, depende del punto de vista desde el que se mire. Nos guste o no.

Sin ir más lejos, lo que me hizo reflexionar (¿reflexionar?) acerca de este asunto fue lo siguiente: finales del mes de septiembre. Fiesta del Cine. Entradas a 2,90 €, una maravilla. Hasta ahí, la historia es para todo el mundo igual. De repente, dos personas coinciden en ver la misma película (SausageParty o La fiesta de las salchichas), con un día de delay entre ellos.






La primera persona que vio la película doblada comentó algo parecido a “no me gustó nada la peli, me pareció como de un porno barriobajero y bastante grotesco todo. Además tiene unos toques gore que no acabamos de entender, y eso que íbamos 4 personas distintas”. Y debo anotar que dicha persona dista bastante de ser la típica retrógrada-conservadora-cerrada de mente.

La segunda persona, que vio esa misma película al día siguiente pero en VOS, espetó algo como “pues a mi me encantó la película, creo que es una crítica muy directa a la sociedad en la que vivimos y los toques sexuales y gore me parecieron de lo más divertido, no paré de reírme en los 90 minutos que dura la peli”.

Y si, vieron la misma peli. Desde perspectivas distintas. Desde mentalidades no tan distantes. La vieron con diferentes ojos. Y ahí está el tema. La interpretación personal de los hechos (cualesquiera que sean) hace que siempre, sí o sí y por defecto, existan dos (como mínimo) versiones de cualquier hecho. O doscientas veintidós.




Tendemos a pensar que nuestra percepción sobre algo es la buena. La correcta. La que vale. Y defendemos nuestras razones como si aceptar que la otra persona puede tener tanta razón como nosotros/as supusiera una derrota ideológica. Una derrota de nuestra percepción. Una derrota de nuestra forma de entender el mundo. Y en realidad, no nos damos cuenta de que la tendencia social (inducida por nuestro “querido” mundo capitalista, por qué no decirlo) nos lleva a eso, a un pensamiento único. Y no mola. No mola nada. Por suerte, la mentalidad y las percepciones de los seres humanos frente a un mismo hecho son impredecibles. Y todas correctas. Mejor que no nos olvidemos nunca de esto, pues mientras lo tengamos claro seremos capaces de aprender. De entender. De vivir. Y, desde luego, de ser felices.

PS - Nos encanta nuestro blog que sube los posts con la tipografía que le sale de la punta del pijo. Viva el descontrol.

jueves, 16 de junio de 2016

La maravillosa-mente jodida vida del publicitario

Amamos lo que hacemos. Y lo amamos porque lo hemos elegido. Porque tenemos la suerte de pertenecer a esa pequeña parte privilegiada de la sociedad que trabaja en lo que le gusta. Y eso es mucho.

Era necesaria hacer esta primera aclaración para que las tengas presente mientras lees el resto del post. Porque si, querido/a, este es el típico post protesta que podría escribir cualquier activista del mundo de la publicidad. Sólo que en una de las profesiones más capitalistas que existen, muy a nuestro pesar, no tienen cabida los activistas. O, por lo menos, no los de verdad.

En nuestra maravillosa-mente jodida profesión puedes estar tan tranquilo un lunes a las 20.30h preparándote la cena y esperando sentarte para ver un nuevo capítulo de Jessica Jones y acabar teniendo que tomarte un Trankimazín 30 minutos más tarde. Síntomas de… ¿locura?. Pues no. Un simple “ding” en el iPhone, indicativo de la recepción de un mail, puede joderte la noche y provocarte ganas de destrozar el televisor (y el apartamento al completo).





El mail, ESE mail, es capaz de fastidiarte la noche del lunes, el polvo del próximo viernes noche y hasta hacerte malgastar la entrada de ese festival de música veraniego que tanto te ha costado conseguir y que, con un poco de suerte, podrás revender a precio mercadillo de Sant Adrià en Wallapop. Y todo porque la persona que te envió ese mail, que es quien paga una parte de tu tranquilidad vital, no es consciente de lo que significa su “se DEBE hacer sí o sí”. De ahí que los publicitarios odiemos cada vez más las implicaciones del verbo DEBER. No vamos a explicarle a dicha persona, a estas alturas, lo que DEBIERA haber hecho por su parte para no hacernos llegar a este punto.

El problema principal de nuestra maravillosa-mente jodida profesión es que, muchas veces, hacemos un switch rapidísimo entre publicitario/creativo y secretaria cachonda sin darnos cuenta. Seguimos. Perseguimos. Agobiamos a veces. Hemos de reconocer que cada vez planificamos menos los proyectos. Y no me refiero a planificación de la real, que esa claro que la hacemos y por eso tenemos éxito (y no abuela). Nos referimos a los maravillosos retrotimings, estimación de horas por proyecto, etcéteta. Porque nos hemos vuelto muy prácticos. Y, a día de hoy en nuestro sector, el retrotiming es a la efectividad como Falete es a la dieta. Es decir, nulo. Cero. Vacío. Nada.



Corramos pues, compañeros/as del sector. Pero corramos hacia emprender iniciativas que nos coloquen en una mejor posición en cuanto a nuestros clientes. Como por ejemplo, este post. Que seguramente, será lo único que podamos hacer nosotros en este momento.


Que nadie nos quite el derecho a la pataleta. Aunque sólo sea eso.

PS - Si, vale. Mucho tiempo sin escribir de nuevo. Intentaremos ir reduciendo los timings de publicación. Hablando de timings y retrotimings...

jueves, 21 de enero de 2016

All I want(ed) for Christmas is you...


Acabamos de cambiar de año. Y, en consecuencia, acabamos de pasar una de las épocas más bonitas (y agobiantes) del año: La Navidad.

Lejos han quedado los “hacia Belén va una burra, ring ring”, los “fum, fum, fum” y demás villancicos populares que todos/as hemos cantado de pequeños/as (cada uno/a los suyos), ya que los hemos cambiado por los “All I want for Christmas is you” y los “Under the mistletoe”.

Y es que la Navidad ya no es lo que era. Ya no sale el abuelo a rascar la botella de Anís del Mono ni los/as niños/as cantan villancicos con la pandereta para ganarse el aguinaldo de los/as mayores.

En su lugar, los/as más peques hacen coreografías de canciones de Selena Gómez y se encierran en su burbuja a jugar con el iPad que les ha traído Papa Noel (esa tradición tan… tan… tan… yankee, que además inventó Thomas Nast para Coca-Cola). Y es que lo más importante en estas fechas ya no es el compartir y el estar cerca de los nuestros, no. Lo importante es tener los últimos vaqueros de G Star, llevar el mejor vestido a la cena de Navidad o lucir un Tag Heuer el día de fin de año.



La televisión nos bombardea a mensajes que nos inducen al consumo inconsciente e incontrolado (juguetes y perfumes se llevan el premio gordo) y aquello de “blanca Navidad” ya no se refiere precisamente a la nieve…

Hemos cambiado el modelo, eso está claro. Y no está mal, ¿eh?. No es una queja. Tan solo una observación. No es que el anterior modelo nos apasione, desde luego que no. Estamos a favor del cambio de modelo. Lo que no tenemos claro es que el que hemos adoptado sea el mejor. Estaría mejor que, por ejemplo, fuéramos capaces de acoger a alguien que vive bajo un puente y le diéramos una Nochebuena familiar y con un buen cabrito en la mesa. O que en vez de gastarnos una media de 235,00 € por españolen regalos, invirtiéramos una parte de ello en beneficencia.

Pero no, la sociedad consumista y el mundo que nos han construido (y que, no olvidemos, nosotros/as hemos comprado con los ojos cerrados) no nos invita a ello. Lo importante es que compremos, que deseemos algo, que lo pidamos a los/as nuestros/as para que sepan qué queremos que nos regalen. Y de eso, nosotros algo sabemos. No en vano, la Navidad es una de las épocas del año en que más trabajamos y más locos nos vuelven las marcas para las que trabajamos. Y eso para nosotros es algo bueno, ya que hacemos caja.



Pero por bueno que sea para nosotros, creemos que hay que tratar de ver las cosas con perspectiva para intentar que la Navidad nos haga un poco mejores en vez de un poco más consumistas. Pensemos en ello.

Por un 2016 lleno de éxitos, felicidad y cambios (a mejor).