O lo que es lo mismo, “Listo para llevar”. Vamos, como un fast food. Ese
es el término que utilizamos, desde la década de los 50, para definir la moda
que se ve a diario en la calle. Y queda bastante lejos de esos modelos de alta
costura que vemos en las más famosas pasarelas del mundo los cuales, en su
mayoría, sólo se atreve a ponerse la Gaga.
Está claro que existen ciertos factores intrínsecos a la sociedad en la
que vivimos, normas, patrones, costumbres, tradiciones, etcétera, que influyen
directamente en el “prêt-à-porter”. No gozamos de total libertad a la hora de
escoger cómo nos vestimos. Encontramos patrones que otros definen, y que además
se van repitiendo, reciclando, reinventando… Ahora alguien decide que se llevan
los pitillos. Y todos/as con pitillos. En un par de años se llevan de nuevo los
pantalones acampanados. Cuanto más mejor. Y nosotros/as, como borreguitos/as,
nos tiramos a las patas de elefante como si estuviéramos poseídos/as. En realidad, al final nos
comemos lo que nos echen. Quizás al principio no nos gusta mucho y hasta
repudiamos. Pero al final todos/as acabamos luciendo alguna de esas prendas imposibles, a priori, para nosotros/as. Y hasta pensamos “oye, pues no me queda
tan mal…”.
Pero también debemos tener en cuenta que hay otro tipo de variables que
nos influyen a la hora de vestirnos. Bueno, quizás no de vestirnos. Influyen
más bien en las marcas/fabricantes de “prêt-à-porter” que son quienes, al final, “deciden” qué es lo que tenemos que ponernos. Y a veces, estas marcas/fabricantes
se ven influenciadas por el cine y el mundo de las series. Que muchos/as de
nosotros sepamos, a día de hoy, qué son unos “Manolos”, se lo debemos a Carrie
Bradshaw de Sex and the city.
Recordemos también aquella (terrible) época en que a todos los teenagers nos dio por vestirnos de forma
parecida a los protagonistas de Sensación de Vivir. ¿Cómo eran esos tupés imposibles que se hacían las chicas al más
puro estilo Brenda Walsh? Parecía que llevaban en la frente un tobogán digno de
cualquier parque acuático.
Como ya comentamos en algún post anterior, el nombre e imagen de nuestra
agencia es un derivado de la serie Mad Men (ya os contamos en aquellos entonces
acerca del Reverse Product Placement y esas historias mentales que nos hacemos
los publicitarios). Pues dicha serie, que nos empujó a proyectar la forma en
que nos mostramos al exterior en temas de imagen, ha influenciado también al
mundo del “prêt-à-porter”. La responsable de vestuario de la serie, Katherine J. Bryant, ha vuelto a traer a nuestros días la moda de los años 60. Y lo vemos
claramente cuando miramos un poco atrás y observamos la colección de otoño de
2008 del diseñador Michael Kors. Y también si vemos líneas de maquillaje
lanzadas por firmas tan conocidas como Esteé Lauder y sus campañas de
comunicación para persuadir a sus potenciales clientas. Otras firmas como Louis
Vuitton, Dior, Prada, Banana Republic y hasta Tom Ford en una colección de
gafas de sol también se han subido al carro de la fiebre generada por el look
de los protagonistas de Mad Men.
En realidad, queridos y queridas, estas reflexiones sólo nos llevan a un
sitio. Somos libres. Libres de vestirnos como queremos. Si, claro, créetelo tú... Como
queremos dentro de las tendencias que nos marcan las firmas de moda y los
grandes monstruos del “prêt-à-porter” como Inditex. Entonces… ¿Somos realmente
tan libres? Preferimos no extrapolar esta “libertad” de la que disfrutamos a
otros ámbitos más peliagudos como la política, los derechos o la información.
Porque se nos ponen los pelos de punta. Piensa. O, por lo menos, trata de hacerlo de vez en cuando. Que
es gratis.
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