jueves, 16 de junio de 2016

La maravillosa-mente jodida vida del publicitario

Amamos lo que hacemos. Y lo amamos porque lo hemos elegido. Porque tenemos la suerte de pertenecer a esa pequeña parte privilegiada de la sociedad que trabaja en lo que le gusta. Y eso es mucho.

Era necesaria hacer esta primera aclaración para que las tengas presente mientras lees el resto del post. Porque si, querido/a, este es el típico post protesta que podría escribir cualquier activista del mundo de la publicidad. Sólo que en una de las profesiones más capitalistas que existen, muy a nuestro pesar, no tienen cabida los activistas. O, por lo menos, no los de verdad.

En nuestra maravillosa-mente jodida profesión puedes estar tan tranquilo un lunes a las 20.30h preparándote la cena y esperando sentarte para ver un nuevo capítulo de Jessica Jones y acabar teniendo que tomarte un Trankimazín 30 minutos más tarde. Síntomas de… ¿locura?. Pues no. Un simple “ding” en el iPhone, indicativo de la recepción de un mail, puede joderte la noche y provocarte ganas de destrozar el televisor (y el apartamento al completo).





El mail, ESE mail, es capaz de fastidiarte la noche del lunes, el polvo del próximo viernes noche y hasta hacerte malgastar la entrada de ese festival de música veraniego que tanto te ha costado conseguir y que, con un poco de suerte, podrás revender a precio mercadillo de Sant Adrià en Wallapop. Y todo porque la persona que te envió ese mail, que es quien paga una parte de tu tranquilidad vital, no es consciente de lo que significa su “se DEBE hacer sí o sí”. De ahí que los publicitarios odiemos cada vez más las implicaciones del verbo DEBER. No vamos a explicarle a dicha persona, a estas alturas, lo que DEBIERA haber hecho por su parte para no hacernos llegar a este punto.

El problema principal de nuestra maravillosa-mente jodida profesión es que, muchas veces, hacemos un switch rapidísimo entre publicitario/creativo y secretaria cachonda sin darnos cuenta. Seguimos. Perseguimos. Agobiamos a veces. Hemos de reconocer que cada vez planificamos menos los proyectos. Y no me refiero a planificación de la real, que esa claro que la hacemos y por eso tenemos éxito (y no abuela). Nos referimos a los maravillosos retrotimings, estimación de horas por proyecto, etcéteta. Porque nos hemos vuelto muy prácticos. Y, a día de hoy en nuestro sector, el retrotiming es a la efectividad como Falete es a la dieta. Es decir, nulo. Cero. Vacío. Nada.



Corramos pues, compañeros/as del sector. Pero corramos hacia emprender iniciativas que nos coloquen en una mejor posición en cuanto a nuestros clientes. Como por ejemplo, este post. Que seguramente, será lo único que podamos hacer nosotros en este momento.


Que nadie nos quite el derecho a la pataleta. Aunque sólo sea eso.

PS - Si, vale. Mucho tiempo sin escribir de nuevo. Intentaremos ir reduciendo los timings de publicación. Hablando de timings y retrotimings...

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