Amamos lo que hacemos. Y lo
amamos porque lo hemos elegido. Porque tenemos la suerte de pertenecer a esa
pequeña parte privilegiada de la sociedad que trabaja en lo que le gusta. Y eso
es mucho.
Era necesaria hacer esta primera
aclaración para que las tengas presente mientras lees el resto del post. Porque
si, querido/a, este es el típico post protesta que podría escribir cualquier
activista del mundo de la publicidad. Sólo que en una de las profesiones más
capitalistas que existen, muy a nuestro pesar, no tienen cabida los activistas.
O, por lo menos, no los de verdad.
En nuestra maravillosa-mente
jodida profesión puedes estar tan tranquilo un lunes a las 20.30h preparándote
la cena y esperando sentarte para ver un nuevo capítulo de Jessica Jones y
acabar teniendo que tomarte un Trankimazín 30 minutos más tarde. Síntomas de…
¿locura?. Pues no. Un simple “ding” en el iPhone, indicativo de la recepción de
un mail, puede joderte la noche y provocarte ganas de destrozar el televisor (y
el apartamento al completo).
El mail, ESE mail, es capaz de
fastidiarte la noche del lunes, el polvo del próximo viernes noche y hasta
hacerte malgastar la entrada de ese festival de música veraniego que tanto te
ha costado conseguir y que, con un poco de suerte, podrás revender a precio
mercadillo de Sant Adrià en Wallapop. Y todo porque la persona que te envió ese
mail, que es quien paga una parte de tu tranquilidad vital, no es consciente de
lo que significa su “se DEBE hacer sí o sí”. De ahí que los publicitarios
odiemos cada vez más las implicaciones del verbo DEBER. No vamos a explicarle a
dicha persona, a estas alturas, lo que DEBIERA haber hecho por su parte para no
hacernos llegar a este punto.
El problema principal de nuestra
maravillosa-mente jodida profesión es que, muchas veces, hacemos un switch rapidísimo entre
publicitario/creativo y secretaria cachonda sin darnos cuenta. Seguimos.
Perseguimos. Agobiamos a veces. Hemos de reconocer que cada vez planificamos
menos los proyectos. Y no me refiero a planificación de la real, que esa claro
que la hacemos y por eso tenemos éxito (y no abuela). Nos referimos a los
maravillosos retrotimings, estimación de horas por proyecto, etcéteta. Porque
nos hemos vuelto muy prácticos. Y, a día de hoy en nuestro sector, el
retrotiming es a la efectividad como Falete es a la dieta. Es decir, nulo.
Cero. Vacío. Nada.
Corramos pues, compañeros/as del
sector. Pero corramos hacia emprender iniciativas que nos coloquen en una mejor
posición en cuanto a nuestros clientes. Como por ejemplo, este post. Que
seguramente, será lo único que podamos hacer nosotros en este momento.
Que nadie nos quite el derecho a
la pataleta. Aunque sólo sea eso.
PS - Si, vale. Mucho tiempo sin escribir de nuevo. Intentaremos ir reduciendo los timings de publicación. Hablando de timings y retrotimings...
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